“Una monarquía renovada para un tiempo nuevo” fue el titular que Felipe VI nos regaló en un discurso de coronación impecable, profundo, integrador y humano. Y también creíble.
Centro mi reflexión en los valores que encarna quien reclama el turno para su generación. Porque si hubo algo que repitió hasta tres veces en su discurso fue la referencia a “mi generación”, a la que yo también pertenezco (once meses separan nuestros nacimientos). Porque sin decirlo expresamente, lo dijo: “ha llegado nuestro turno, ahora nos toca”.
Quizá por eso su discurso estuvo repleto de valores, y reivindicó “que los principios morales y éticos inspiren –y la ejemplaridad presida- nuestra vida pública”. Nuestra generación demanda respeto, integración, acuerdo, innovación, medioambiente, iniciativa, unidad, universalidad…
Y entre todos ellos, hubo un valor especial, varias veces aludido: el de la responsabilidad. Ahí es donde más comprendo la inquietud de ese hombre con quien comparto generación y que hoy es Jefe del Estado. Es la responsabilidad lo que más pesa en nuestra conciencia y el valor que otorga sentido a lo que hacemos.
Ha llegado la hora. Ya no hay excusas. Es nuestro momento. Corresponde ponerse al frente. Dar un paso adelante. Ojalá estemos a la altura. “Afronto mi tarea con energía, con ilusión y con el espíritu abierto y renovador que inspira a los hombres y mujeres de mi generación”, afirmó el nuevo Rey.
La responsabilidad pesa. Al tiempo que exige, nos hace crecer. Nos reta en un destino de superación, que una vez alcanzado se nos regala. Es al cumplir nuestro deber cuando escribimos el nuevo destino.
Hace tiempo que, desarrollo “formación en valores”. Son cursos dirigidos a la conciencia: reflexiones que cuestionan nuestra entrega, que describen la generosidad, que generan humildad, que imprimen coraje… y que afrontan el sentido de la responsabilidad.
Responsabilidad procede del latín “responsum”. Alude a la capacidad de dar una respuesta ante una situación. En efecto, es en esa idea donde forjamos el concepto del valor. La situación actual requiere una respuesta distinta a la que se ha venido dando hasta hoy. Reconocemos el esfuerzo de quienes nos han precedido y su contribución histórica, pero lo que nos trajo hasta aquí, no nos llevará hasta allí.
Al igual que ellos hicieron en su día, a nuestra generación le corresponde cambiar muchas cosas para escribir un futuro nuevo. Y hemos de hacerlo desde la libertad de querer hacerlo. Es una convicción de servicio a los demás que no sólo busca el beneficio propio ni todo lo mide en dinero.
No vale cualquier cosa. Se nos exige (nos exigimos) la mejor respuesta de entre todas las posibles. Quizá esto es lo que nos diferencia de los más jóvenes. Ellos saben lo que no quieren, pero no saben lo que quieren. En lo primero coincidimos. En lo segundo, nuestra experiencia marca distancia. Y nuestro sentido de la responsabilidad nos exige hacerla valer.
Las mejores decisiones son las que tienen en cuenta a un mayor número de personas. Por eso, el sentido de la responsabilidad mide consecuencias, eleva su mirada y llega lejos. En el espacio y en el tiempo. Las fronteras pequeñas y los plazos cortos son limitaciones.
Escuchábamos las palabras del Rey cuando la televisión nos golpeó con una imagen triste y caduca. Era la de los tres expresidentes de gobierno que, con independencia de la valoración individual que cada uno pueda merecer, son el retrato más descarnado de un tiempo que ya es pasado.
El presente reposa en la espalda del Rey Felipe VI (y en la de su generación). En ellos (en nosotros) recaen presente y futuro. Comienza nuestra hora. La Historia nos juzgará. Llenemos nuestro sentido de la responsabilidad de altura de miras, de ilusión y esperanza, de sabiduría y templanza, de humildad y coraje…
Tomo prestada la cita de Cervantes que usó Felipe VI, y que constituye una excelsa declaración de intenciones y principios: “no es un hombre más que otro si no hace más que otro”.