José Manuel Chapado

Con H de “humus”

humildadHace tiempo que quiero hablar de la “H”, esa letra silenciosa que sirve como inicial de valores como la humildad y la honestidad. Los valores no hacen ruido, como tampoco lo hace la “H”. Pero con ella hacemos casi todo. Hemos y hacemos. Con ella, hubo, hay y habrá.

Dicen que el tridente de la sabiduría habita en la triple “H” de humildad, honestidad y humor. Saber reírse de uno es síntoma inherente de inteligencia. En él se reúnen las tres haches. Arrancar la sonrisa reconociendo limitaciones propias es transparente, como la “H” que nada oculta. Está presente sin estar, cediendo cualquier atisbo de afán de protagonismo, que regala con generosidad a la vocal que la sucede, hambrienta, hechicera, hilarante, honda o húmeda.

Honesta y humilde. Sobretodo, humilde. Porque la “H” es grande y sencilla, como la humildad bien entendida. Es la humildad generosa que reparte laureles y antepone a los demás sobre los intereses de uno. Esa generosidad que es antítesis, no del egoísmo, sino del egocentrismo. Humildad es vocación puesta al servicio de los demás. Como la de Nelson Mandela. Y también vehemencia que no se rinde, y coraje que pelea hasta el final. Como el de Rafa Nadal.

La humildad no resta ni limita, a pesar de las hirientes acepciones que hilvana el diccionario de la Real Academia Española. La humildad de la que yo hablo no consiste en el reconocimiento de las bajezas y miserias, ni tampoco refiere la pertenencia a una casta inferior ni a una clase desfavorecida. El verdadero sentido de la humildad, como valor que enaltece y nos hace sublimes, hemos de encontrarlo en su origen etimológico. Procede del latín “humus”.

Porque, en verdad, eso es la humildad: “humus”, tierra. Es el inicio, y también el final. El agua es fría y húmeda, el aire húmedo y caliente, y el fuego caliente y seco. Cualquiera de esos tres elementos pudiera parecer más atractivo: el agua refresca y riega, empapa y equilibra; el aire ventila y vuela, libera y crea; y el fuego vibra y acoge, emociona y apasiona. Pero todos ellos necesitan de la tierra que todo lo soporta y mantiene. Ella es referencia y contacto.

h_humusNada hay más sublime que lo que surge del contacto de la tierra con cualquiera de ellos. Del agua que empapa la tierra nace la vida. El fuego que hornea la tierra genera calidez y bienestar.

Y nada hay más peligroso que el comportamiento de quienes pierden contacto con la tierra, y levitan sobre ella. No podemos negar la fuerza de la gravedad, y cuando lo hacemos, la humildad nos la recuerda en forma de lección. De la tierra nacemos, sobre ella vivimos y en ella descansamos.

La “H” de “humus” nos habla. Siendo muda, grita, como lo hacen los silencios. Y los valores. No hacen ruido, salvo cuando faltan. Como le ocurre a una palabra con “H” cuando prescindimos de ella. Al leerla, nos duele la vista, y llegamos a no reconocerla. Sin la “H”, el “elado” se derrite, y “Olanda” se borra del mapa.

Necesitamos la “H”, como necesitamos valores. Su ausencia nos hiela. Con su presencia, hacemos que haya. Que haya hechos en el “Haber”, y no en el “Debe”. Dejamos huella, porque con la “H” de “humus” trascendemos desde el ahora del hoy al legado del mañana. Es la Historia, sucesión de hazañas e hitos, huella de héroes, relato escrito entre todos…, lo que hemos hecho que haya.

Hace tiempo que quería hablar de la “H”. Sobre ella quiero construir una historia humana, honesta y humilde, repleta de hechos. Más allá de las palabras. Hacer y haber. Con “H” de “humus”. Tocado y… ¡hundido!

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